Después de Osorno, visita obligada a nuestros queridos Pilar y Julián, hemos de emprender viaje.
Los viajeros del mundo somos así. Nuestro destino, Astorga, que nos aguarda para mostrarnos sus encantos en toda una exhibición de arte y belleza. Nos espera su catedral, majestuosa e imponente, de estilo barroco en su fachada principal, sublime e inigualable , y cuna a su vez de un espléndido museo difícil de olvidar, que alberga joyas eclesiásticas de todo tipo, una sala de atuendos obispales, pintura, arte en plata y oro, tapices, tallas en madera, etc...
Nos espera con su palacio episcopal, obra de nuestro arquitecto Gaudí, inconfundible por su arquitectura, ubicado al lado de la catedral y presidiendo el muro de la altísima muralla que se conserva intacta.
Nos espera el edificio del ayuntamiento, con su peculiar campanario, y ubicado en el centro de una plaza porticada de ambiente tranquilo y sereno. Terrazas con sombrillas, gentes apacibles, y un anochecer cargado de encanto, mientras saboreamos un humilde café, el último del día, y contemplamos como los focos empiezan a mostrar los encantos del edificio en sus horas más tranquilas.
Un marco incomparable que bien merece una reflexión: En esta noche especial, he de escribir algo en mi blog, al menos para compartir aquello que ahora mismo estoy contemplando.
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