EL PERRO
Allí, en el umbral de
su casa,
está sentado,
espera a su dueño.
Tiene las orejas
agachadas,
porque los años,
los años lo han hecho
viejo.
Paciente,
con sus patas extendidas,
mirando hacia ningún
lugar,
con esa mirada
perdida,
aguarda,
espera, sin saber que
esperar.
Tiene el pelaje
pardo,
en su lomo,
destaca una mancha
blanca,
El perro está triste,
y medio ronco,
sentado en el portal, descansa.
Un aullido lastimero
sale de su garganta.
Esta llamando a su
dueño,
y pesado, se levanta,
Anda con pasitos
lentos,
temblorosa es su
mirada,
Sus orejas agachadas,
casi le tapan la
cara...
Un aullido
lastimero..
sale de su garganta..
Esta avisando a su
dueño
que su vida,
que su vida se le
acaba.
Hace años, en esta casa hubo un perro. Se llamaba "Bussy". Llegó a nuestro hogar cuando tan solo tenía tres años. Una perrita, Pastor Belga, que hacía las delicias de todos cuanto habitábamos aquí.
Los niños, que por aquel entonces eran bastante pequeños, jugaban con ella, y lo típico, no se cansaban de arrojarle palos para que ella se lanzara como una bala a recogerlos y devolvérselos a la mano de quien se lo había lanzado, y así incansablemente, hasta que el juego llegaba a su fin....
Bussy odiaba a los gatos, hasta tal punto que en cuanto veía uno salía corriendo tras él, y lo perseguía hasta verlo desaparecer entre la valla de algún jardín vecino, o entre los cipreses, que con sus espesas ramas le impedían el paso, Alguna vez incluso se había roto las uñas trepando por el tronco de la enorme encina que teníamos enfrente.... Pero una vez, no sé como fue la cosa, estábamos paseando y de pronto vio un gato de esos redondos, grandes y con el rabo peludo, que viendo a Bussy, erizó su pelo hasta casi convertirse en una bola, y de repente, ella, que salió embalada para pillarlo, se encontró con el gato subido a su lomo, y empezó a correr huyendo despavorida con el gato encima. El gato aullaba cual tigre de bengala, y ella ladraba asustada, hasta que de un arrebato como pudo se desprendió de tal fiera., que aún en el suelo seguía plantándole cara y rugiendo como animal rabioso.... Desde entonces Bussy, dejó de perseguir a los gatos, y cada vez que veía uno o lo intuía con ese infalible olfato que tienen los perros, se hacía la disimulada....como si no fuera con ella...
Bussy, era una perrita simpática y saltarina, alegre, ágil, y conquistadora, que tenía a los perros del vecindario locos por estar con ella, aunque ella, en ese aspecto también se hacía la disimulada...
En épocas de escuela, a la hora de ir a recoger a los niños, ella empezaba a moverse de un lado a otro y a ladrar, pues le encantaba ir conmigo a la puerta del colegio. Sabía perfectamente la hora, sin necesidad de reloj, de tal forma que yo, no necesitaba mirarlo, solo atender a su aviso, esa era la señal de que ya era la hora de salir.
Bussy, mas adelante, cuando ya los años de un perro, son los equivalentes a los de un anciano, enfermó, y unos meses bastaron para que el pobre animal falleciera, sin previo aviso...
Un fatídico día, cuando nuestra hija pequeña fue a ponerle agua en su bebedero, y a darle la comida, vio que Bussy dormía, entonces la llamó.....¡Bussy!, ¡Bussy!......pero Bussy, jamás respondió a su llamada.
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