divendres, 7 de febrer del 2014

SIN SALIR DE CASA


   No llueve, pero como si estuvieran cayendo chuzos de punta, yo, metida en casa, con el atuendo de auténtica ama de idem, solo me falta el delantal, y que en lugar de estar tecleando un obediente ordenador, estuviera dándole al trapo, o poniendo en marcha los diferentes aparatos que se empeñan en ayudar en las tareas domésticas, aunque yo insisto en que quietecitos están más guapos.

 Es broma. Normalmente, estas pequeñas pero a la vez grandes tareas, estos casi imperceptibles trabajos que apenas si se notan, salvo cuando dejas de hacerlos, sinceramente, me gustan, y a veces hasta consiguen un efecto relajante en mi...

  También es broma.. Porque.. ¿realmente pienso que relaja  realizar las tareas de casa?.  Lo que me relaja de verdad, y eso si que no es broma es terminarlas. Ver que todo está en su lugar.  Tener más o menos todo bajo control.

  Nos han educado de forma tan cuadriculada que solemos detestar el desorden. Nos han formado bajo unas normas establecidas y a esas normas nos acogemos. 

  Pero, volvamos un poco atrás, cuando nuestros bisabuelos trabajaban en el campo, en la mina o en cualquier empresa de siderurgia, y llegaban a casa hechos un manojo de agujetas, sucios, con la ropa medio agujereada de tanto roce y calzados con aquellas horribles cosas a las que modestamente, llamaban zapatos, y que a menudo eran los mismos para la calle, solo que bien lustrados.

   Entonces las amas de casa, lavaban a mano, fregaban el suelo arrodilladas, y a estropajo, y en lugar de aceras con adoquines, delante de su casa tenían un barrizal cuando llovía, y una nube de polvo en tiempos de sequía.

  En donde colocaríamos el orden, como ahora lo entendemos?

  Ahora, en estos tiempos nos hemos convertido en pequeños y modestos coleccionistas de aparatos a menudo inútiles, que sirven solo para ponerlos en marcha el primer día, y guardar las instrucciones toda la vida en un cajón, el cajón de las instrucciones precisamente, coleccionistas de pequeñas y repetitivas figuritas, compradas quizás en un chino, coleccionistas de revistas del corazón, de bolsos, de sandalias, zapatos, vestidos, claro todo esto, necesita un lugar preciso, por no hablar de tantos y tantos enseres de cocina; antiguamente una olla servía para todo. Vasos de todo tipo, etc, etc, etc,

  No digo con ello que esto esté mal, pero quizás nosotros mismos nos vamos esclavizando al tiempo que, nos engañamos seguimos coleccionando y coleccionando.

  Por cierto, he de dejaros, pues debo seguir con la tarea que dejé para escribir esta majadería.