dimarts, 15 d’octubre del 2013

ANOCHE NO PODÍA DORMIR..


   Una tras otra, vi pasar las horas en el descomunal reloj luminoso, que aunque tiene la ventaja de no producir el interminable y perseverante "tic-tac", tiene a cambio la desventaja de ofrecer al sufridor de insomnio una luminaria en color rojo intenso o verde semáforo, que con su pesada intermitencia, es capaz de no dejar dormir ni al más paciente de los humanos.
  Dicho queda. ¿No podrían  inventar un aparato más discreto?. Recuerdo que antiguamente, los despertadores eran casi como platos, y que para darle más sonoridad a la hora de disparar ese "RIIIING" tan impertinente, algunas personas, entre las que no me incluyo, más que nada porque nunca me ha costado despertarme, (qué más quisiera yo), algunas personas, digo, los dejaban metidos en una olla de cerámica, para que a la hora de levantarse sonara aún mucho más fuerte
. De manera que en mi bloque, yo tenía controlados a varios vecinos, que, eso sí, tenían el sueño más pesado que el propio despertador,  y les costaba oír el sonido infernal de aquel  aparato. La ventaja de aquellos tiempos es que como el reloj era de cuerda, se acababa en poco tiempo y ya no se volvía a escuchar.
 Luego, más adelante aparecieron los pequeños relojes a pilas, que emitían un sordo pero inacabable pitido, insistente y machacador como pocos ruidos en la vida, y que por mucho que te taparas los oídos se filtraba, a través del aire y que además, si se callaban porque el vecino atinara a tocar el botón que lo detenía, al rato volvían a sonar, y así sucesivamente, hasta que el interesado en cuestión se levantaba a toda prisa,  dando golpes aquí y allá, hasta que de un portazo que hacia retumbar el bloque entero salía por la portería, no sin antes bajar los escalones a zapatazo limpio.  

   Ahora, los relojes, además de emitir el mayor y mas intenso de los sonidos en la historia de los relojes, emiten una luz capaz de iluminar una estancia, y como he dicho antes, no dejar dormir ni al más pintado.

   Aunque, mira por donde ahora, en mi vecindario, cada vez se oyen menos despertadores, y casi no se oye un alma por la mañana. Claro que, pensándolo bien, ¿Para qué necesitan los despertadores, si ahora que pienso, entre los jubilados que solo madrugan cuando el Inserso los lleva de excursión y los parados, que por cierto cada día son más, creo que en mi bloque, la única que madruga soy yo, y nunca uso despertador......  

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