dijous, 27 de desembre del 2012

                      PARTIENDO DE TORO- SEGUIMOS LA RUTA..


   Los pinos piñoneros agrupados en pequeños bosques,  lucen en esta época su verde intenso, insultante, como si pretendieran destacar, presumir, ante las amarillentas hojas que el otoño va sembrando por estos campos. Su copa perfectamente redondeada, es todo un alarde de color, de vida exultante.  Ellos, vestidos todo el año, parecen la envidia de los árboles vecinos, los de hoja caduca. Éstos, ahora desnudos, desabrigados, destartalados, parecen mendigar un poco de abrigo. 

   Campos entre más campos, bosques entre más bosques, intercalándose ordenadamente los unos con los otros, dibujando el paisaje, peinándolo, una vez a cuadros, otra vez a rayas, otra, a círculos.
   Y después de un pequeño tramo........


Ciudad monumental. Empedradas calles. Edificios históricos. Tiendas. Recorridos impregnados de vida cotidiana, de lujo, de clase. Moles emblemáticas. Museos. Puente. Río. Plazas. Modernismo. Rincones. Convento. Castillo. Iglesias. Catedral. Murallas. Tascas. Tapeo. Comidas copiosas. Cafés de alcurnia. Belleza. Elegancia. Señorío. Abrigos de pieles.

   Las calles empedradas, me conducen al Castillo de Doña Urraca. Medieval, de aspecto rudo y contundente. Enfrente, la Catedral, y al fondo, bajo la muralla, El Duero, testigo mudo de la historia que sus paredes han vivido, de un pasado llenos de intrigas y de guerras, de luchas encarnecidas. Testigo a la vez, inquieto, que vierte sus aguas en pequeños saltos en todas direcciones, que surca orillas plagadas de fauna, que se arremolina entre los arcos del puente romano, que forma pequeños islotes plagados de exuberante vegetación, que sirve de espejo de la ciudad, que refleja las luces nocturnas y proyecta haces de luz hacia el infinito, que nutre a los peces, para que un pescador desde su orilla, llene su cesta, que es fotografiado por el más débil de los fotógrafos o por el más osado, que es inmortalizado por los pintores o simplemente que es contemplado desde cualquier ángulo posible por alguien tan anónimo como yo.

  Un "Arroz a la Zamorana", nos servirá de ágape, y después, el café, lo tomaremos en el Parador, edificio vetusto, contundente, que consta de un claustro interior enorme y que fue el palacio del Conde de Alba.

  Mañana me esperan las Céntricas calles de Zamora, veré los edificios modernistas, veré las damas bien vestidas desfilando ante mí, como si de una pasarela se tratara. Dicen de ellas que son el alma de esta ciudad  en horas matinales, con sus elegantes formas, sus abrigos de visón o astracán, sus zapatos de buena casa, sus bolsos a juego, sus esmerados peinados  e incluso su lenguaje educado y respetuoso.

  Veré de Zamora, un día cualquiera, un día laborable. Seré testigo de sus vidas. Me mezclaré entre ellos como una ciudadana más. Visitaré la plaza de abastos, donde no tengo duda de seguir viendo abrigos lujosos. También veré algún mendigo implorando caridad, eso, por desgracia,  está presente en todas partes. 
Entraré en tiendas de élite. Pero más que nada, creo que lo que haré es vivir un día como una Zamorana más, pasando desapercibida entre ellos. Escuchando su acento castellano. Luego un apetitoso tapeo en alguno de sus bares...

  Pero ahora, miro otra vez hacia el Duero....Pienso; Si pudiera me lo llevaría a mi casa. Lo colocaría en el paisaje de mi entorno. Pero el Duero, aferrado a su cama, parece no querer acompañarme.

   Decido entonces acompañarlo yo a él, seguirlo hasta que sus aguas se confundan con las del mar.

        SI LA MONTAÑA NO VIENE A MI.........................................

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