diumenge, 17 de maig del 2020

Vuelta a la carga. Nada nuevo bajo el sol.


¿Porqué lo digo? Sencillo. Estoy, sigo estando aquí, entre la redondez de un kilómetro cuadrado. Es la circunferencia por la que se me permite caminar, en mi propia población desde que el confinamiento dejó de ser tan estricto. Después de semanas de privación absoluta, de noticias escalofriantes, de ovaciones desde las terrazas o balcones de las ciudades, de miles de fallecidos, de miles de personas ingresadas y afectadas y de miles de ciudadanos entregados al sacrificio por los demás, después de tener encerrados a los niños, adolescentes y ancianos, después de pasar tanto miedo a, simplemente un gesto tan cotidiano como ir a por una barra de pan, por si el invisible enemigo acechaba en la esquina, en el papel que envuelve la barra, en las manos del vendedor, que aún con guantes y mascarilla, nos la entrega a distancia, después de ver a un jabalí perdido en medio de las calles de esta ciudad, asustado, acorralado por los guardias urbanos, después de permanecer sin la tan deseada visita del nieto que empieza a decirte Yaya y al que ves por vídeo llamada, después de todo eso, este simple paseo de un kilómetro a la redonda, me ha parecido el cielo. ¿Porqué digo que nada nuevo bajo el sol? Pues porque aunque parezca mentira, todo eso  ya lo teníamos, pero no lo sabíamos apreciar.
Hoy, después de muchos días de permanecer en casa, de apreciar los pequeños instantes, de saborear un simple plato guisado, sin prisas, tomando esa copa de vino, como si fuera la última copa de vino de tu vida, o como si fuera el caldo más caro de las bodegas, me he dado cuenta de eso: Nada nuevo bajo el sol. Lo único nuevo es la actitud. Lo único nuevo es que hoy, en el supermercado, un señor me ha dicho: Antes, tenía prisa siempre y ahora me he dado cuenta de que no hay prisa, que cada momento es sabroso en esencia, que la vida es el instante, el preciso instante, este momento único e insustituible, que el espacio por mí ocupado en estos momentos, es un espacio único para mí, que tú que estás delante de mí en estos momentos, eres para mí la única persona que existe, las demás no están compartiendo este instante. Estamos solos tú y yo. No nos conocemos, pero sonreímos, agradecidos quizás de poder compartir este trocito de vida, que no nos llevará a ninguna parte, puesto que somos dos desconocidos, pero...antes...hace poco....era algo muy normal, tan normal, que ni tan siquiera necesitábamos guantes ni mascarilla, ni esperar a que salga otro cliente para entrar yo o tú, ni llevábamos un bote de gel  en el bolsillo o el bolso, pero ahora, en estos momentos, me estoy fijando en ti, no pasas desapercibida, puesto que cada detalle que me ofrece la vida normal, la cotidiana, la tan llamada vida rutinaria, ha dejado de serlo para pasar a ser una vida de regalo, como de regalo es la vida de un anciano que supera los 98 años, y en esos momento  es cuando, y sin  haber pandemias, se da cuenta de cada momento vivido, de cada segundo otorgado por la naturaleza, de cada ser humano que convive territorio con él o ella. Se vuelve sensible. Está con el agua al cuello, pero sabe como levantar la cabeza para no ahogarse. Sabe como vivir el último instante, y mira al cielo más que nunca.   Por eso digo: Nada nuevo bajo el sol. Ya lo teníamos.
 Una obsevación: Mi corrector no admite la palabra "Pandemia" acabo de decirle que existe. Fijaros si andamos perdidos.




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