dijous, 3 de gener del 2013

EN RUTA DE NUEVO

                                                           Plaza y colegio de Bemposta
            

    Nuevamente a la deriva...Fermoselle, a nuestras espaldas, y desde la salida, una mirada por el retrovisor. Sus calles sinuosas no nos han ofrecido ni un solo rincón donde estacionarnos. Una ciudad encaramada en la montaña, ganando terreno en las pendientes, y que, teniendo mucho que mostrar, hemos de dejar como algo pendiente..Otra vez será.

   Bemposta, unos cuantos kilómetros más allá. A estas horas, avanzando ya el ocaso del día, la decisión de parar es de obligado cumplimiento.. La noche amenaza con ser larga y fría. El aire de la sierra silva por los cuatro costados. Una calle ancha, rodeada de amplios chalets, nos servirá de parada y posta..

   Me doy cuenta de que a pesar de parecer un pueblo tranquilo, los coches, los camiones, los tractores o que sé yo, pasan a una velocidad tan alta que hacen que la auto-caravana tintinee al viento...

  A la mañana siguiente, después de dormir entre susto y sobresalto, un pequeño paseo por las antiguas y semi-abandonadas calles del centro, una "foto" en lo que pretende ser la plaza central, un café en la cantina, por cierto muy barato. Alrededor de todo esto, que en este caso sería como una alegoría al pasado más reciente,  la presencia de los modernos chalets, vestidos de flores invernales en sus jardines, de fuentes decorativas y de bellos tejados, cortinajes vistosos, y buenos coches en la puerta. Allá en medio del pueblo viejo, el misterio de puertas abandonadas, calles desiertas,  extrañas, que se estrechan en los recodos, y se retuercen entre ellas. Patios destartalados, que un día fueran quizás el patio de alguno de los dueños de los chalets, ...Es el contraste entre el pasado inmediato y el presente. Entre los recuerdos de la vida y el progreso, la mirada hacia adelante.

  Así, pensando en este contraste, comparo en este momento la solemnidad de los habitantes de Zamora, tan solo setenta kilómetros atrás, con la sencillez de este pueblo, que a pesar de tener buenos chalets, parece seguir anclado en el pasado de la vida campesina. Hace un instante, una señora cruzaba esta calle. Llevaba a su nieto de la mano, y se dirigía a la escuela. He de decir que aquí entran un poco más tarde que en España. Lo curioso del caso era el atuendo de esta señora:. Zapatillas descalzas de lana, unos calcetines negros medio doblados, una bata de color verde y un mandil por encima, !ah!, y un pañuelo negro atado a la cabeza.    Entonces pienso en los abrigos de visón y astracán, en los bolsos y zapatos de piel que llevaban las señoras que tomaron café al lado nuestro, en el Círculo de Zamora y me pregunto: ¿Y si a la señora del visón la trajéramos aquí?..¿Y si a esta abuela, envuelta en su poncho gris, le plantáramos a sus espaldas un abrigo de pieles?  ¿Alguna de estas dos ancianas sería más feliz de lo que es ahora?...Dicen que la felicidad es relativa.. No sé..

En fín, quizás es que al pasar de España a Portugal, quizás el pasar de la ciudad al campo, haya atravesado, no tan solo una frontera geográfica, sino que he ido más allá de todo ello; Quizás haya atravesado una frontera invisible, en donde los cafés se convierten en cantinas y en ellas se fuma, donde los campesinos no hablan mi idioma pero me entienden, y en donde yo, me siento algo extranjera, pero también un poco cercana.

Atardecer en Bemposta              

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