dimecres, 2 de gener del 2013

                 SEGUIMOS LA RUTA

De Zamora hacia Fermoselle


    Los campos, antes cargados de cultivos, ahora se van transformando en dehesa. La encina, su protagonista principal, se reparte el terreno, entre los pastos, que por estos lugares y más en esta época lucen un verde casi esmeralda. El día por el contrario es un tanto gris, y creo que eso hace que el color de la naturaleza sea más intenso, más agreste...
   Bornillo del Sayago, queda atrás y después, un recorrido a través de montañas. La carretera parece conducirnos a su antojo. Llevarnos hacia no se dónde. O quizás es el navegador el que nos está conduciendo por caminos no previstos. Así con esas dudas seguimos atravesando montañas, y como no , contemplando el paisaje que el inesperado cambio de ruta nos está ofreciendo.. Luego, al final de una carretera que termina en la misma plaza, Pinilla de Fermoselle.
   Entonces pienso, quizás es la auto-caravana la que ha tomado este rumbo. Quizás sabía que ahí, a las afueras, en medio de una explanada había una fuente en donde abastecerse de agua, ese agua que venía faltándole desde hacía horas... Ese agua imprescindible y a la que damos tan poca importancia cuando disponemos de ella....
   Una relajante suerte de callecitas cuidadas, recodos casi inaccesibles, esquinas ventiladas por el aireo seco y cortante de las montañas, olor a estiércol, entre las casas, nos lleva por fin a la recoleta explanada. Un lugar privilegiado,desde el cual, el Duero se avista a lo lejos, allá, muy abajo, quieto, oscuro, insondable, que desde aquí. desde este mirador, aparece cual fiordo en Noruega: Luego entre los cortantes del acantilado, vuelve a desaparecer nuevamente a mi vista.
   Sé que en mi camino volveré a encontrarlo, volveré a sentir que le estoy acompañando en su recorrido. y yo dándome licencia para fantasear, pienso:
   ¿Tendrá allá entre sus profundas aguas, espíritu, El Duero?  ¿Y si lo tuviera?  
   Dejando volar la imaginación, deseo pensar que es así....¿Y si realmente este sueño no fuera un sueño? ¿Y si El Duero, al que todos creemos un simple río  estuviera observándome?  Humm. ahí lo dejo... y es que me gusta concentrarme en dar rienda suelta a lo imposible...

   Un entrañable anciano de Pinilla, en estos momentos nos está prestando atención. Creo que debe tener unos noventa años. Nos cuenta que en el pueblo viven noventa y cuatro personas, que años atrás esto era un pueblo grande de al menos doscientas personas. El anciano me pregunta de donde somos. Nos habla de sus tres hijos, y de que uno de ellos falleció el pasado mes de Noviembre. Dos lágrimas brillan en su rostro mejilla abajo, pero una sonrisa ilumina su cara. Al sonreír, se le ven los dientes, cuatro, para ser más exactos
y además torcidos. (Me pregunto mientras le escucho ¿Cómo hará para comer?)
   El abuelo me cuenta ahora que una vez salió afuera, que fue nada menos que a Madrid, y que visitó El Escorial y El Valle de los Caídos:   ¡Así que fíjese!: Yo también he viajado..
   Después de llenar el depósito de agua, me despido del anciano, con un fuerte apretón de manos y un beso. Él, me mira y con un brillo intenso en sus ojos, me dice adiós, tal cual le dijera adiós un padre a una hija, a la que no volviera a ver. Tal cual si me conociera de toda la vida.
  Luego su mano temblorosa se alza para, desde la explanada, decir adiós agitando el brazo. Yo desde la ventanilla le respondo, mientras le veo desaparecer tras la primera esquina... Luego pensativa, y un poco taciturna, me digo:  ¡En Fin!....En marcha de nuevo.
 

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